Senectud

Ahora, ella en el pasadizo de su vejez,
sentada, casi en cuclillas,
con la expresión aniñada,
cándida del no saber, se aferra a tu mano.

Tu, en la gloriosa etapa de tu madurez,
sentada, a su lado,
comentas historias que pasaron una vez,
con ternura aprietas su mano.

Como las niñas del pueblo en corrillo,
dicharacheras, explicáis confesiones,
un cierto bullicio acompaña el pasado,
un mucho de amor se dibuja en las manos.

El sino cansino de una vida muy dura
queda lejano.
La bestia tremenda deja su huella,
en el cuerpo, en las manos.

Pero el ocaso de su vida,
se rompe en pedazos,
cuando al alba, su amiga,
le cede su mano.

Con ella llega, el frescor del rocío,
se huele la hierba húmeda cercana al río,
y para cuando caiga la tarde,
los álamos del campo os resguardaran del frío.

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