Atardecer en el viejo barrio obrero

Después de que su mirada se volviese hacia él, recogió sus cosas y marcho. En el exterior llovía con gran intensidad, su pelo despeinado y sin arreglar se mojaba por la lluvia que caía sobre él, sus pasos eran rápidos e intentaba componer su mente, su mirada se dirigía hacia los adoquines de la acera, no podía disfrutar de ese momento de libertad, tal vez porque se sentía presa de sus deseos, tal vez porque sentía haber vulnerado la confianza de alguien o tan solo porque aquello que ocurría de vez en vez, estaba ocurriendo ya en demasía.

El paisaje sobre el que caminaba era embriagador, la calle discurría bordeando el río, la bruma cubría prácticamente el cauce y ante ella se levantaban los edificios de tres y cuatro plantas de ladrillo de obra vista y al fondo las alargadas chimeneas de la fundición, sin previa decisión entra en una taberna, moviendo su cabeza enérgicamente para desprender las gotas de agua de su pelo, deja su chaqueta sobre el taburete de la barra y pide un café con leche caliente.

Mientras sostiene en sus manos la taza, piensa en los momentos pasados, en la naturaleza de su relación, en como y de que forma se forjo el comienzo, en lo que representa, en lo que opinarían los demás, en su familia, en su marido, en su compañera.....

La realidad más cercana es la que de nuevo la devuelve al momento en el que vive, recoge su chaqueta, paga su consumición y sale del local, con decisión camina sobre sus pasos y vuelve al edificio de donde salió minutos antes, sube las escaleras y abre la puerta con la llave que pese a tener nunca utilizo.

La casa esta vacía, se acerca a la habitación y mira a través de las cristaleras, la calle mojada y el vapor de agua que se forma en los cristales, realmente no sabe a que a vuelto, a quedarse, a romper con todo, todo, menos pedir una explicación porque carece de sentido. Es ella la que tiene que darse una explicación, a pesar de todo, su cuerpo aún es capaz de temblar, se dirige al salón, el fuego del hogar aun desprende llamas y calor, casi a oscuras, con la única luz que entra por los ventanales, se sienta ante el piano, sus dedos acarician las teclas del instrumento sin apenas dejar oír una sola nota, el sonido comienza, una bella melodía de amor surge con dulzura de, sus manos ágiles y delgadas se deslizan como si acariciasen a su amor, amor .........., entre ventanales que nos dejan observar el viejo barrio obrero, amor......., entre sabanas rotas de hilo viejo, amor......con olor de azufre amarillo y reseco, amor........, perdido entre llantos y jadeos.

La sombra estilizada del piano se alarga aún mas por la luz del escaso fuego del hogar, sus dedos alargados y jóvenes continúan componiendo su propio vals, es por no pedir que calla sin ningún consuelo, por renuncias solapadas que recuerda en las noches solitarias, y así poco a poco y sin saberlo compone el mas bello poema de su cancionero.

El piano viejo compañero le presta su apoyo y su consuelo, ella agradecida amiga se jura no volver a verlo, esas tardes de otoño en el viejo barrio obrero no volverán a ser tardes de amor y sexo, serán atardeceres a la cálida luz del fuego, donde ella con cariño lo abrazara con sus dedos y él delicado y dulce amante le cantara como en un sueño, y cuando ella relajada duerma, con su sombra velara su sueño, deseando no ser tan solo amante por un momento.

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