La fuerza del resplandor

El viento soplaba fuertemente contra la ventana, allá en el horizonte mas cercano podía observar la luminosidad de los relámpagos que precedían al trueno, ella se arremolinaba contra sus sabanas, componiendo una especie de madeja de ropa que sin duda esperaba la protegiese.

El reloj de su mesilla marcaba las dos y veinte de la madrugada, todavía quedaban bastantes horas para que la luz del amanecer tranquilizase a su resquebrajado cerebro, .......pensaba en que podía solucionarle el tremendo sobrecogimiento que en esos momentos padecía.

En la creencia de que no pensar que algo malo pudiese ocurrir no la salvaría de que ocurriese, se sentía obligada a pensar que tal vez si pudiera ocurrir.

Se recostaba con sumo cuidado en el cabezal de su cama como sin querer hacer ningún ruido, para que nadie advirtiera su presencia.

De pronto uno de los portalones que cerraban por el exterior las puertas y ventanas de la planta baja, ocasiono un gran estruendo al chocar contra el marco como si algo o alguien lo hubiese empujado con tremenda fuerza, incorporándose con sobresalto para saltar fuera de su cama, algo la hizo detenerse, en la pared de enfrente de su cama se dibujaban las ramas de los arboles de la montaña cercana, con el siseo del viento se movían de forma casi ordenada, como si de un gran ballet se tratase, el pánico cedió ante un estado de profunda meditación que le permitió levantarse de la cama y acercarse a las sombras que se dibujaban en su habitación.

Con gran suavidad sus dedos recorrían las sombras de las ramas que se movían con dulzura,¿ acaso el temblor y el estallido de los truenos podía hacerle sentir miedo?,¿ aún mas que aquel que día a día le hacían sentir los hombres ?.

Sus pies se movieron en dirección a la escalera, bajando los peldaños despreocupadamente llego a la planta baja, se acerco al interruptor de la luz, abriéndolo y observando el portalón que momentos antes le había permitido acercarse a uno de los fenómenos mas apasionantes de la naturaleza, mas poderoso, el que le demostraba que la fuerza, el poder no existe tan solo en aquellos que día a día la dominan privándole precisamente con el miedo a la naturaleza, a sus fenómenos, de la fuerza que se adquiere al entrar a formar parte de esa naturaleza mediante la comunión con ella.

De pronto su cuerpo elevado en el aire por uno de los relámpagos se ilumino con gran intensidad y de sus dedos en pies y manos, surgían potentes destellos en forma de rayos que rebotaban contra los cristales y volvían dentro de su ser.

La luz de el amanecer la despertó dulcemente, el calor de los incipientes rayos de sol la mecía con suavidad, con una sonrisa en sus labios miro a través de la ventana, la hermosa campiña que se extendía bajo sus dominios, miro el reloj y advirtió que se había quedado dormida, con miedo se levanto rápidamente y se apresuro a vestirse, pero de pronto los pequeños rayos de sol revolotearon en su derredor, tranquilizándola, recordándole de que formaba parte y que no debía temer.

Cogió el autobús que día a día la conducía ala tienda de candelabros y velas, en la que desde hacia cinco años trabajaba, aquella en la que también hace cinco años perdió su virginidad ante las amenazas de su viejo tío, hombre calificado por toda la familia como gran beato de profunda fe, al que incluso su mujer idolatraba, ajena a las relaciones tortuosas que ejercía con su sobrina y como según pensaba ella, quien hubiese creído que era él quien se había doblegado a los encantos de su sobrina inducido por ella misma.

Ni tan siquiera hubiera podido imaginar tener a su lado a su propia madre, quien murió hace tan solo unos meses y de la cual había heredado la casa familiar en donde a pesar de sus terrores iniciales todavía ocupaba.

Aún en su mente recuerda el triste episodio al que fue obligada por su tío, ante el cadáver de su propia madre, un extraño rito esotérico de difícil justificación si ser aparta del puro placer sexual.

Esa mañana al traspasar el umbral de la tienda de velas, cayo sobre ella una importante reprimenda verbal por no llegar a la hora habitual y establecida, con una gran decisión le comunico a su reiterado violador que no seria nunca mas víctima de sus chantajes pero que además daría conocimiento publico de su actuación con el único fin de estar en paz consigo misma.

Con destreza y rapidez, sabedor de que las actuales herramientas medicas en su ciudad no eran lo suficientemente evolucionadas para ratificar sus maldades, acudió al párroco para solicitar su ayuda ante las reiteradas provocaciones de Lucifer transformado en su sobrina política, manifestando que aunque dichas provocaciones habían acaecido ya hace algún tiempo, había podido resistirlas, pero habían llegado a un punto en que la seducción escapaba de las artes de cualquier mujer cristiana e incluso a aquellas que la utilizaban como medio de supervivencia, y tanta maldad solo podía ser obra del mismo diablo, suplicando al párroco organizase de inmediato una caza a la bruja para salvar su alma y la de su sobrina.

El numero de la Guardia Civil que estaba de guardia no podía dar crédito a lo expuesto por lo cura y el comerciante, estudiante en la Academia y aún sin poder haber accedido a un grado de suboficial, reconocía en sus prioridades la Constitución del Estado y lo que se estaba allí produciendo y demandando la vulneraba por todas partes.

Ante la pasividad de la autoridad competente, la opción era hacer una reunión familiar en la que en presencia del cura, establecer la verdad de lo antedicho por el comerciante y establecer el camino a seguir para expulsar al demonio del cuerpo de su sobrina.

Era al atardecer, con tranquilidad y en el caserío de la familia todos ocupaban su puesto alrededor de una gran mesa ovalada, ella y sus dos tíos, el cura y los dos hermanos de su tía, uno labrador y otro pastor del rebaño familiar.

El comerciante argumento que desde hace meses estaba siendo continuamente seducido por su sobrina con artes tan malignas que ni tan solo podía relatar, ella en su turno explico como y de que forma había sido violentada una y otra vez por el comerciante.

Su relato parecía tan real, que en lugar de provocar la comprensión de la gran pena que padecía, provoco en las mentes torturadas de los asistentes, una gran excitación que les llevaba a comprobar físicamente si esa mujer era capaz de resistir lo que manifestaba había padecido.

Ante el avance de los reunidos, ella retrocedió hasta el ventanal de la biblioteca, no tenía opción a huir, ningún claro por donde escapar ante le grupo de carne humana que la acorralaba, de pronto el torso de sus manos acarició el cristal, un gran rayo lo atravesó haciéndolo añicos, pero aún ni ello freno el frenesí de la gran bacanal que todos pretendían llevar a cabo.

Sus manos cortadas por el resto de la cristalera no le permitían aferrarse a la ventana para saltar y huir, cogida en volandas fue llevada hasta la mesa ovalada, despojada de sus ropas, atada de pies y manos para llevar a cabo el oficio de la Santa Inquisición, babeando sin poder disimular la excitación, los cuatro hombres dieron rienda suelta a sus instintos primero con el cuerpo de la mujer del comerciante, pues como tía de la condenada, solicitaba como redención para su sobrina sufrir en ella misma las vejaciones que el diablo había llevado a cabo en su familia.

Una vez habían abandonado a la mujer del comerciante, prepararon los útiles necesarios para hacer confesar a aquella desgraciada poseída, pero cuando el cuchillo afilado estaba a punto de penetrar dentro de ella, un certero disparo desbarato la acción.

El numero de la Guardia Civil, aquel que no llego a suboficial en la Academia, guiado por su instinto había seguido cautelosamente los pases de nuestros personajes, pudiendo desbaratar un crimen que de otra forma se habría añadido a la historia negra de nuestra religión.

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