El Hogar

En la trastienda bajos unas cajas de cartón apiladas, el viejo hombre guarda su mas precioso recuerdo, recuperarlo le es cansado, ya no tiene la elasticidad de antaño en su cuerpo y sus manos ya no son soportadas por fuertes brazos, sino mas bien por miembros que tiemblan al menor de los esfuerzos, su pipa encendida refleja la viveza de las llamas del hogar, el humo de ella le envuelve la cara y le aísla en sus pensamientos...........................

hace quince primaveras en el aniversario de su sesenta cumpleaños guardo a escondidas su tesoro, a salvo de aquellos que según pensamiento no debían poseerlo, ahora la gesta nacionalista en su tierra les obliga a huir, a dejar sus casas, sus posesiones, sus campos y tierras, como perros perseguidos por los niños que seguros de si, les arrojan piedras y de poder los atarían y torturarían hasta morir.

En vano desea encontrar la formula que le permita recuperarlo, a su derredor, todos son idas y vueltas, movimientos de la familia para llevar consigo todo aquello que puedan cargar.

Mañana será la partida, una noche tan solo le queda en su hogar, el atardecer es negro y como en una noche sin luna todo queda reducido a una gran oscuridad, han acabado los vaivenes de su familia y todo el mundo descansa para la marcha.

Él permanece ahí sentado ante el fuego de su hogar, hogar construido con piedras que él transporto una a una, y con paciencia le dio forma y comprobó el tiro hasta que funciono a la perfección, ese montón de rocas trabajadas se resiste a quedarse solo, el fuego esa noche rebelose en lumínica luna y las llamas convirtieronse en protectores de su dueño, ese hombre enjuto y tierno solloza entre lamentos, pero de pronto el fuego se torna fantasmagórico, chirriadas de dolor surgen de esas piedras calentadas, y una luz cegadora ilumina su estancia, el sabe muy bien quien son, son los seres de su hogar que complacidos viene a solicitar que cancele su marche a cambio ellos le velaran.

Al cabo de unos segundos todo vuelve a la normalidad, el apagando su pipa descansa en su sillón junto al hogar, a la mañana siguiente comunica las buenas nuevas a su familia, pero lejos de comprensión solo obtiene ser recriminado por su invención, humillado se rebela y pese a los ruegos de sus hijos y de sus hijas se queda en mansión.

El miedo aliado de sus enemigos, hace que su familia le abandone, dejándole algunas viandas emprenden el camino de la huida sin poder llevar las cajas de cartón apiladas.

Transcurridos varios días , una noche de luna llena, llegan a su mansión los soldados enemigos, con torpeza y fiereza entran en la casa, al encontrar al abuelo, ríen todos con desparpajo mientras le conminan a luchar con ellos, mas el hombre envuelto en el humo de la pipa les advierte de su suerte si osan tocarle tan solo un cabello, las risas casi histéricas por la locura del viejo se tornan agresivas y al acercarse a él le escupen en su cabello, lo alzan por sus brazos y lo arrojan hasta el suelo, el hombre en el suelo busca con sus viejas manos el calor de su pipa, de pronto una suela inmensa pisotea su carne medio muerta, seguro de su muerte y del abandono de sus seres pide el deseo del condenado a muerte, su ultimo deseo, los soldados divertidos le conceden esa gracia, y con gran nerviosismo pide le retiren las cajas de la trastienda permitiéndole después permanecer unos minutos solo en ella.

Y así se hace, le retiran las cajas de cartón y le permiten que entre en la trastienda seguros de que haya abra un tesoro o una herencia.

El hombre cierra la puerta tras de si mientras los soldados miran a través de la cerradura y las rendijas, se acerca al lugar done estaban apiladas la cajas de cartón y recoge un viejo sobre que se encuentra en el suelo, lo abre y extrae de el un papel amarillento, a espaldas de los soldados las llamas del hogar cobran un aspecto inusual, fornidos soldados llameantes dignos del mejor ejercito del universo rodean a las huestes asesinas que presas de la inquietud por arrebatar al abuelo de su tesoro no se dan cuenta de su terrible destino, el anciano aceptando su final y feliz de recuperar su tesoro abre la puerta, los soldados deseosos de robarle y torturarle se abalanzan contra él, sin embargo el anciano vuela transportado por dos hermosas llamas por encima de sus cabezas y con mimo es dejado sobre su sillón, mientras su mano contiene de nuevo su pipa aún caliente y en la otra su mejor presente, los soldados mientras tanto entre gritos lastimeros son llevados a la trastienda donde su final será dibujado por el fuego candente y con sus brasas escribirá “quien a hierro mata, a hierro muere”

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