Malecón

Sus brazos enredados sobre su pelo
sus dedos extendidos hacia el mar,
sus ojos azul cielo abiertos brillaban
como roto coral en el fondo del mar.

En la vieja playa,
detrás del vetusto café
de viejos cantos al pansido aroma
del quemado coñac.

En el viejo malecón
la encontré, tan dulce
como la miel libada en pleno fervor primaveral,
su blanca piel escondía los primeros arañazos de la parca

Yo, sin creérmelo apretaba
su frío cuerpo hacia mí
pero, al igual que el silencio gritado
de una habitación de hospital, no me contesto

Su pelo enredado en sus brazos
sus dedos extendidos hacia el mar,
cerré sus ojos azul cielo
devolviéndosela de nuevo al mar


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